Ha pasado mucho tiempo desde la útima publicación, y para celebrar la vuelta a los escenarios de este blog contamos con una colaboración de lujo, por parte del director teatral y gran amigo, Roberto Rodríguez, quien espero que os haga disfrutar de esa maravillosa unión de la música con el teatro a través de versiones sugerentes de una de las colaboraciones de Bertolt Brecht con el compositor Kurt Weil… no os lo voy a desvelar ya que sería atentar contra el buen transcurso de una acción que no admite apuntadores. Además, Roberto nos regala asimismo un descubrimiento que tomará el escenario por sorpresa y con su novedosa y curiosa propuesta promete transportaros a otros mundos sin tener que moveros de vuestra butaca.
¡Que se abra el telón!
Qué sería del teatro sin la música… Desde la noche de los tiempos, el ser humano ha cantado y ha teatralizado. Son dos elementos que, como las parejas, se entrelazan, y a veces se aman y a veces se odian.
Hoy voy a hablaros de un señor que no llegó a la grandeza por componer de forma genial, o por tocar de forma virtuosa un instrumento, o por cantar como los ángeles, sino que fue uno de los dramaturgos y directores de escena más influyentes del teatro contemporáneo y, para llegar a eso, la música formaba una parte importante de su ideario teatral.
Bertolt Brecht (1898-1956) brilló en uno de los escenarios más convulsos de la historia del siglo XX, caracterizado por las dos guerras mundiales, pero también, por una eclosión artística que se manifestó con el surgimiento de las vanguardias durante la década feliz de los años 20.
Comenzó a publicar muy joven, durante la Primera Guerra Mundial, donde solía frecuentar el ambiente artístico de la ciudad de Múnich, y allí conoció a dramaturgos como Frank Wedekind, que fue precursor del expresionismo alemán, el novelista Lion Feuchtwanger, o el humorista y cantante Karl Valentín.
En el año 1924 se trasladó a Berlín, donde estuvo a las órdenes de Max Reindhart, uno de los más influyentes directores de escena europeos, caracterizado por sus grandes puestas en escena, llegando a concebir un espectáculo para 25000 espectadores al aire libre, con la adaptación de El sueño de una noche de verano de William Shakespeare.
Otra de las colaboraciones de Brecht fue con Erwin Piscator, pionero del teatro político al pretender que la clase obrera lograra la adquisición de una conciencia crítica. Para ello empleaba todo tipo de artilugios escénicos: escenarios rodantes, proyecciones, uso de altavoces, etc.
Bertolt Brecht buscaba, sobre todo, una comunicación dialéctica y didáctica con el espectador, lo que le llevó a plasmar dichos pensamientos en El pequeño Organon, convertido en un axioma del teatro. Básicamente, proponía que el teatro no tiene que producir una identificación emotiva con el espectador, sino que este debe adquirir una conciencia crítica, reflexiva y distanciada ante el hecho teatral para provocar un cambio.
Brecht rechazó el nazismo, lo que le obligó a vivir exiliado durante varios años por diferentes países del norte de Europa y en Estados Unidos, pero tras quince años de exilio volvió y se instaló en la Alemania Oriental, donde fundó la compañía Berliner Ensemble junto a su esposa, la actriz Helene Weigel . Luego volveré sobre esto.
The Ballad of Mack the Knife.
Una de las colaboraciones más gloriosas que tuvo Brecht, a nivel teatral y musical, se produjo junto a la escritora Elisabeth Hauptmann y el compositor Kurt Weill, creando una de las obras maestras del teatro, durante la Repúbica de Weimar: La ópera de los tres centavos. (1928).
Dicha obra está inspirada en una ballad ópera, unsubgénero inglés de la ópera italiana a modo de parodia. En concreto se basa enThe Beggar’s Opera, cuyo libreto escribió John Gray, con música de Johann Christoph Pepusch en 1728, y donde aparecen personajes tan característicos como el Capitán Macheath y Polly Peachum.
La ópera de los tres centavos está protagonizada por personajes que representan a los delincuentes, mendigos, prostitutas y vividores siendo los personajes principales Mack the Knife, y Polly Peachum , que fueron convertidos en iconos de la cultura popular.
La obra tiene una canción muy característica, además de ser el tema principal y el hilo conductor de las peripecias de Mack. Se trata de The Ballad of Mack the Knife.
Dicha canción se inspira en A Moritat, una canción medieval cantada por juglares con la temática de un ajuste de cuentas. La canción que nos ocupa, se creó para la obra cuando el actor Harald Paulsen exigió a Brecht y a Weill agregar un número donde se presentara a su personaje, Macheath. Sin embargo, dicha canción fue cantada por otro personaje, el policía Brown, interpretado por el actor y director Kurt Gerron.
La letra original de la canción dice así:
Und der Haifisch, der hat Zähne
und die trägt er im Gesicht
und Macheath, der hat ein Messer,
doch das Messer sieht man nicht.
Und es sind des Haifischs Flossen
rot, wenn dieser Blut vergießt
Mackie Messer trägt ‘nen Handschuh
drauf man keine Untat liest.
An der Themse grünem Wasser
fallen plötzlich Leute um
Es ist weder Pest noch Cholera,
doch es heißt: Mackie geht um.
An ‘nem schönen blauen Sonntag
liegt ein toter Mann am Strand
und ein Mensch geht um die Ecke,
den man Mackie Messer nennt.
Und Schmul Meier bleibt verschwunden
und so mancher reiche Mann
und sein Geld hat Mackie Messer,
dem man nichts beweisen kann.
Jenny Towler ward gefunden
mit ‘nem Messer in der Brust
und am Kai geht Mackie Messer,
der von allem nichts gewußt.
Wo ist Alfons Glite, der Fuhrherr?
Kommt das je ans Sonnenlicht?
Wer es immer wissen könnte –
Mackie Messer weiß es nicht
Und das große Feuer in Soho,
sieben Kinder und ein Greis
In der Menge Mackie Messer, den
man nichts fragt, und der nichts weiß.
Und die minderjähr’ge Witwe,
deren Namen jeder weiß,
wachte auf und war geschändet
Mackie, welches war dein Preis?
Und die einen sind im Dunkeln
und die anderen sind im Licht
Doch man sieht nur die im Lichte,
die im Dunklen sieht man nicht
Doch man sieht nur die im Lichte,
die im Dunklen sieht man nicht
Und nun kommt zum guten Ende
alles unter einen Hut
Ist das nötige Geld vorhanden,
ist das Ende meistens gut
Aquí os dejo una traducción, bastante fiel, adaptada a nuestro idioma:
El tiburón tiene dientes
que no trata de esconder
y Mackie navaja tiene un cuchillo
que nadie puede ver.
Un bello y azul domingo descubrieron un cadáver tirado en la orilla.
han visto a un hombre doblar la esquina,
sus conocidos lo llaman Mackie Navaja.
Schmul Meier ha desaparecido
al igual que otros ricachones.
Mackie Navaja tiene sus riquezas,
pero nadie tiene pruebas.
Encontraron a Jenny Towler
con un cuchillo en el pecho
¿Quién fue el culpable de su muerte?
Sólo Mackie Navaja lo sabe
Y en el gran incendio del soho,
siete niños y un anciano murieron.
Entre la multitud y el gentío, está Mackie Navaja.
Él no sabe nada, y nadie le pregunta.
Y esa joven viuda,
cuyo nombre todos conocen,
amaneció violada y descuartizada
Mackie, ¿cuál fue tu precio?
Amaneció violada y descuartizada
Mackie, ¿cuál fue tu precio?
Como veis es una letra incómoda, sin anestesia, como se podría decir. Hay versiones más edulcoradas, pero la original es así. La primera versión que os presento está interpretada por la artista alemana Ute Lemper. Cantada en el idioma original, y en la mejor tradición del cabaret berlinés. La artista realiza una interpretación prodigiosa, ensalzada por su presencia, además de poseer una voz hipnótica y energética.
Otra versión que os presento, es la que grabó el pianista y compositor Dick Hyman y que fue interpretada por Louis Amstrong con su característica voz gutural y su inseparable trompeta:
Y para finalizar este juego de las versiones os presento la que realizó Rubén Blades. Es tan famosa como las otras, y quizá más conocida por nosotros. Los instrumentos de percusión son un aviso para navegantes, y como dice el cantante: “Cántala conmigo”
Berliner Ensemble, Rufus Wainwright y Bob Wilson, por Shakespeare.
Como os comenté más arriba, Bertolt Brecht creó la compañía Berliner Ensemble junto a su esposa Helene Weigel Dicha compañía sigue siendo un referente del teatro contemporáneo a nivel mundial.
Para finalizar este viaje, que enlaza el teatro y la música, os presento una pieza de uno de los espectáculos contemporáneos más interesantes que ha realizado la compañía:
Los Sonetos de William Shakespeare. Adaptados musicalmente por el genial compositor y cantante Rufus Wainwright, dirigidos por el director que tiene uno de los estilos más personales y controvertidos del teatro contemporáneo, Bob Wilson, e interpretados por los actores y actrices de la compañía que creó Bertolt Brecht.
En el Soneto 29 los actores están caracterizados de una manera que recuerda tanto a personajes del teatro oriental, como al Pierrot, o incluso al cara blanca de los clowns, con vestuarios inspirados en los que llevaba la nobleza inglesa en el siglo XV, en pleno gestus-Bretchiano (inmovilidad escultural llena de energía). El juego de luces y sombras duras ensalzan a los intérpretes situándolos fuera del espacio y del tiempo. Los elementos escenográficos componen un tableau vivant, junto con los personajes. Las pantallas muestran un inquietante cortometraje que realizó Bob Wilson en los años 70, donde expresó una pesadilla que tuvo. La música luminosa compuesta por Rufus Wainwright envuelve esta escena extraña para que reflexionemos y nos deleitemos…
Soneto 29:
When, in disgrace with fortune and men’s eyes,
I all alone beweep my outcast state,
And trouble deaf heaven with my bootless cries,
And look upon myself and curse my fate,
Wishing me like to one more rich in hope,
Featured like him, like him with friends possessed,
Desiring this man’s art and that man’s scope,
With what I most enjoy contented least;
Yet in these thoughts myself almost despising,
Haply I think on thee, and then my state,
(Like to the lark at break of day arising
From sullen earth) sings hymns at heaven’s gate;
For thy sweet love remembered such wealth brings
That then I scorn to change my state with kings.
A veces en desgracia, ante el oro y los hombres
lloro mi soledad y mi triste abandono
y turbo el sordo cielo, con mi estéril lamento
y viéndome a mí mismo, maldigo mi destino.
Envidio al semejante más rico de esperanzas
y sus bellas facciones y sus buenos amigos.
Envidio a este el talento y al otro su poder
y con lo que más gozo, no me siento contento.
Ante estos pensamientos yo mismo me desprecio.
Felizmente te evoco y entonces mi Natura,
como la alondra al alba, cantando toma altura,
para entonar sus himnos a las puertas del Cielo.
Me da sólo evocarte, dulce amor, tal riqueza
que entonces, ya no cambio, mi estado por un reino.
Excelente post, lleno de referencias culturales, teatrales y musicales, escrito por alguien que sin duda domina la tradición teatral de esos turbulentos principios de siglo. Me parece muy acertada la «triple versión» del famoso tema de Mack The Knife y su evolución, desde la versión original alemana, muy bien interpretada por Ute Lempler, en versión cabaretera, hacia la versión más salsera de «Pedro Navaja» del panameño Rubén Blades, que es la que más se conoce en España, pasando por la mítica versión de Louis Armstrong, que yo conocía y que, personalmente, me parece la mejor, musicalmente hablando, de las tres versiones (puede que porque Louis Armstrong y New York como ciudad sean unas de mis debilidades).
En cuanto a los Sonetos de Shakespeare, al margen de su conexión con Bertol Brecht, a través de la compañía Bertol Ensemble, aquí vemos una bonita canción, mezcla de estilo de cantautor y compositor de musicales, de Rufus Wainwright, conocido por su famosa versión del Hallelujah de Leonard Cohen, del que fue un gran admirador y amigo (ambos son canadienses), tanto que decidió tener un hijo con la hija de Leonard Cohen (Lorca Cohen), siendo abiertamente homosexual. La canción del soneto nº 29 es bonita y la caracterización teatral de las máscaras y demás personajes «Bowienianos» funciona muy bien.
Enhorabuena, Roberto, por la colaboración !!
Muchas gracias por tu comentario.
Es verdad que la caracterización de los personajes del soneto nº 29 también tienen aire al Bowie de Ziggy Stardust! Hay otros sonetos en este espectáculo como el nº 20, o el nº 66 (que además es icónico) y que recomiendo.
El dato de Rufus Wainwright y la hija de Leonard Cohen no lo conocía. Gracias por el aporte.
Lo hermoso del teatro y de la música es cuando confluyen y dan como resultado una genialidad, como la balada de Mack The Knife, o un espectáculo como los Sonetos de Shakespeare.
Qué maravilla el soneto de Shakespeare! Yo evoco mis tiempos de teatro en un grupo de aficionados y me resulta una de las épocas más felices de mi vida, tristemente decapitada por la pandemia. Pero hoy me he despertado con un bello sueño: yo visitaba a un amigo enfermo en el hospital; para animarlo, montábamos el número de Cabaret, el tema principal. Nada es casual! Tal vez el enfermo sea yo y necesite volver a hacer teatro?
Gracias, Roberto, y gracias a ti también, Inma, por inspirarme en esta mañana de lunes.
El teatro tiene ese «veneno» adictivo para quien lo ha habitado.
Me alegra que sea inspirador y que te den ganas de volver a hacer teatro. Adelante, pues el teatro es vida, también.
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